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22-02-2017
El compromiso y la lucha de Prisciliano Castro
Si el mes pasado hablamos de una figura indispensable del barrio, Rafael González, en esta edición era de recibo fijar la mirada en otra persona igual de importante y luchadora tanto en su Moratalaz donde vivió como en la ciudad de Madrid: Prisciliano Castro.
Cuando alguien va más allá de su propio devenir, y no sólo lucha por él y su familia sino por aquello que considera justo y necesario, el efecto que produce a su alrededor trae vientos de cambio, y ya si eres tozudo y resolutivo sabes que algo se va a avanzar. El cuanto lo dice el tiempo y las circunstancias, pero avanzar siempre es mejor que quedarse parado como un mero espectador.

Prisciliano Castro nació en Talayuela, pueblo de Cáceres donde pasó su infancia hasta los 18 años, cuando se fue a Madrid con su mujer, y pueblo donde ha vuelto llegada la época en la que decidió retirarse y que la lucha la continuasen otros, pues hasta el más feroz guerrero merece su descanso.

Un hombre hecho a sí mismo, humilde pero ambicioso en sus propósitos, que empezó residiendo en el poblado chabolista de Pozo Blanco (Orcasitas) hasta que, cuando fueron a echarlos para construir edificios, él y su asociación vecinal de Orcasitas (fundada en el 68, a la que no le temblaba el pulso contra los gobiernos municipales de la dictadura) consiguieron ser realojados, y en su caso a Moratalaz, donde se quedó ya a vivir definitivamente.

Trabajó primero en su pueblo a la edad en la que ahora los chavales van al colegio, y siguió trabajando en Madrid toda su vida hasta jubilarse. En General Eléctrica, que tuvo que dejar para evitar la cárcel por su actividad sindical clandestina; y posteriormente en la fábrica Barreiros de Villaverde, donde fue miembro del comité de empresa por Comisiones Obreras hasta el 95, cuando dejó la fábrica.

A parte de CC.OO, también se afilió al entonces clandestino Partido Comunista, pero tanto con uno como con otro no se colmaba una necesidad que existía y que sólo el asociacionismo vecinal parecía ser el camino para llegar a ello, y es la lucha ya no por una ciudad o un distrito dónde sobrevivir sino por un lugar en condiciones donde vivir.

Primero con la asociación de Orcasitas, con la que consiguió mejorar las condiciones del poblado, y luego ya en Moratalaz, participando en la fundación en 1974 de la asociación AVANCE (legalizada junto a otras tantas en 1977), que hasta la fecha sigue emprendiendo las luchas que sus vecinos creen necesarias para seguir mejorando, mirando hacia delante. Y era tal su empuje y sus ganas de cambiar las cosas que en 1987 es elegido presidente de la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM), cargo en el que es refrendado durante 17 años, hasta el 2004.


Y desde esas posiciones y ese empuje y fuerza característica llevó a cabo, entre otras cosas:

- La lucha por la legalización de las asociaciones de vecinos y la federación entre 1968 y 1977 y por el reconocimiento institucional de las mismas a partir de 1979 (primeras elecciones municipales de la democracia).
- La "guerra del pan" que, bajo el lema "Pan, trabajo y libertad", congregó el 14 de septiembre de 1976 en la manifestación de Moratalaz a 100.000 vecinos y vecinas.
- La lucha por la vivienda pública (remodelación y renovación de barrios) y protegida (cooperativismo vecinal de vivienda protegida), por la rehabilitación de los centros históricos y barrios periféricos y por la erradicación de la infravivienda y el chabolismo.
- La lucha por un modelo de ciudad medioambientalmente sostenible, equipado y accesible (contra los crecimientos urbanísticos desmesurados y especulativos, en favor de los equipamientos sociales, espacios libres y zonas verdes y del transporte público…).
- La lucha por la asistencia social a los ciudadanos y ciudadanas más desfavorecidos, en defensa de la sanidad y la educación públicas, por la reducción de las tasas de los suministros básicos y las ayudas económicas a la reconversión del gas ciudad.
- La planificación de programas de inversiones prioritarias en ocho distritos de la ciudad de Madrid.



Vivió y lidió los peores momentos para el asociacionismo, en la época franquista, y los más prolíficos ya con la democracia, con los sucesivos alcaldes más abiertos a cambios, guardando un especial recuerdo del alcalde Enrique Tierno Galván, quien transformó la ciudad en los 80 dotándola de unas infraestructuras y servicios inexistentes hasta la fecha.

Por todo esto y toda una vida marcada por el compromiso y la lucha, en el año 2006 recibió en el Palacio de Congresos de Madrid el Premio Ciudadano, reconociendo su esfuerzo y dedicación a la lucha sindical y vecinal.

Qué decir tiene, al igual que pedimos con Rafael, que es de casi obligación dada su envergadura moral, concederle un espacio con su nombre en el distrito, pudiendo ser un buen enclave el recinto ferial que está por construirse en la Cuña Verde, muy posiblemente en 2018. Y así, conmemorarle y recordarle en el lugar en el que vivió y por el que lucho, en su Moratalaz, nuestro Moratalaz que tanto le debe.
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